sábado, 7 de noviembre de 2009

Desenlace

La perrita estaba en orden cuando llegué por la noche, sin novedad. Pero para que no la viese nadie ahí, en el "salón", arrastré su manta hasta el cuarto de los gatos y los trastos, que tenía sitio de sobra, y la instalé allí. La ví debilitada, pero aún así tuvo la consideración de colocar el trasero fuera de la manta, para cagar en el cemento. Pasé la fregona con agua limpia por la casa y me preparé spaghettis con nata para cenar. Me acosté antes de medianoche y nada ni nadie me despertó, hasta que lo hice yo sola ésta mañana, y al poco rato sonó la alarma de mi nuevo móvil: las 8h.
Había meadas de los cachorros, que durmieron dentro por el vendaval, pero que a partir de hoy, a su sitio, con su madre en la caravana. Volvì a fregar antes de entrar a ver cómo estaba la perra.
Había pasado a mejor vida y estaba tiesa y fría.
Vaya, perrina, le dije; te has ido tu sola, en silencio. Lo siento, pero me alivia que no sufras más.
Otra vez a cambiarla de sitio. La llevé afuera y la cubrí con la manta que tenía debajo. Di la comida a los demás y até a la Nena, su compañera de correrías, para que no me siguiera cuando me fuera.
El viento se había calmado un tanto, pero el mar continuaba enfadado y hermoso. Hice café y me
vestí rápidamente para llegar al curso. En una bolsa del hospital metí la perra; y al coche. Hoy no
subí por el camino de la cuesta. Recorrí el que bordea la playa, pensando que Sombra hacía en coche el recorrido que tantas veces hizo corriendo detrás de él. Cuando llegué a la carretera y miré por el retrovisor, esperando que hoy no me hubiera seguido ninguno, veo al Chico. Fué inútil bajarme y mandarle a voces y a piedras de vuelta a casa; se escondía un poco más lejos y en cuanto yo me iba, otra vez detrás. Me costó una media hora y varias estrategias hasta que se fué camino abajo y pude continuar hasta la "terquera", dónde queman la basura. Entré con el coche hasta las humaredas y allí tiré la bolsa, deseando que pronto le alcanzase el fuego. El resto del recorrido hasta Melilla fué triste, pero había ocurrido lo que mejor podía pasar en esas circunstancias. Yo estaba en paz conmigo, porque lo había intentado. Si había sido una prueba, la
superé, creo. Ahora lo estoy contando y grandes lagrimones caen sobre el teclado. Así soy yo.
Es sábado, dia 7 de noviembre. Este finde necesito descansar; espero que el destino no me tenga reservados otros planes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario