lunes, 9 de noviembre de 2009

LOS VIENTOS HURACANADOS

Aquí sentada, entre mis compañeros de curso y Hafid, el profesor, el mundo parece un lugar limpio, cómodo, ordenado, confortable y seguro. Pero en la playa, donde vivo yo cuando me voy de aquí, la sensación es bien distinta. La Naturaleza domina, no hay otra cosa más que ella. Y en estos días de fuerte viento y mar de fondo, tienes que rendirte mas que nunca a esa evidencia: ella manda y el hombre es pequeño e impotente para cambiar el más mínimo de sus caprichos, que tal vez sean venganzas. El fin de semana ha habido ruina por huracanes en el Salvador, por nieve y viento en media España y el Alakrana sigue secuestrado en puerto somalí, por 39 días consecutivos. En Andorra se ha hundido un túnel, mientras Berlín celebra que se pasaron el muro por el forro, hartos ya de él, tal día como hoy.

Mientras tanto en el norte de Africa, en una playa pequeña junto al cabo Tres Forcas, el vendaval soplaba de poniente, tirando casetas de caña y otras instalaciones veraniegas, arrastrando bidones hasta las esquinas de las rocas y asustándome a mi, uno de los pocos habitantes de las orillas. Me veía dentro de la casita de madera, como en el cuento de los tres cerditos. El lobo soplaba y soplaba, furioso, y finalmente la casita cedía, porque la que aguantaba era la de ladrillos, la que yo no tengo, y de ahí mi susto.
Una es bastante valiente, nada supersticiosa y en absoluto cobardica, pero hay que tener más que valor para aguantar firme y sin miedo en una casa de palés de madera situada a escasos 50 metros del mar embravecido, con un viento soplando de 90 Km/h que produce ruidos tremendos, desconocidos, entre las planchas del tejado, entre las rendijas de las paredes...
En dos días no he visto alma humana alguna y solo los perros y los gatitos han estado a mi lado,
pertrechados todos dentro de mi cuarto, que es donde hay menos corrientes, con la radio y la guitarra alternándose para darme noticias y ánimos. Ni siquiera he sido capaz de salir al pozo , que está en la desembocadura del torrente que baja del monte, ya en la arena de la playa. Con el agua de beber que tenía de Trara, me he ido arreglando, pero ha sido suficiente con este fin de semana para darme cuenta de que el invierno todavía no ha venido y de que habré de estar mucho mejor preparada si voy a pasarlo allí, como creo que sucederá. Tengo que llevar gasolina para que Suleiman me ponga el motor a llenar el depósito grande, de manera que tendré agua en los grifos, que ya que están instalados, por qué trabajar de balde. Pero de momento no está la economía para gasolina que no sea la necesaria para venir al curso y hasta ésta no va a ser suficiente hasta el veintitantos que cobremos el mes de octubre de curso. No se como voy a hacer, pero Dios proveerá.

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