martes, 4 de enero de 2011

On the Road...sobre mi Yamaha.

Ha pasado el tiempo. No he tenido ordenador donde seguir escribiendo el blog y he regresado a los cuadernos. Pero lo he echado de menos y me siento feliz de poder disponer de otro ordenador, en un despacho! para por lo menos contar como ha sido el fin de la aventura y el comienzo del cuento que protagonizo ahora.

Dejé, o mejor dicho, dejamos la casita de la playa dos meses antes de lo prometido por Taib, que había dicho que la necesitaba en mayo pero que se presentó a mediados de febrero para decirme que la quería vacía a dia uno de marzo.

Y nos fuimos a Tiza, a una kabila compartida con un matrimonio mixto, el árabe, ella mazig, y dos niños. Estuvimos allí cuatro meses, pero los perros no eran bienvenidos y una vieja bruja me hacía imposible la vida diaria. En ese tiempo llegó por fin el cablerío de la moto y la estrené cayendome y teniendo que permanecer escayolada un mes. La XT quedó aparcada junto a la caravana, frente a la casa, mientras el mes que necesité para volver a montarla transcurría...
Mi querido hermano, en un esfuerzo por combinar deber y no querer, me "mandó" al amigo Hajjaj, que ejercía de ayudante con él, para que me ayudase a hacer las cosas que no se pueden hacer cuando llevas una escayola sin tacón para que, sobre todo, no apoyes el pié en el suelo.
A los tres días ya había comprendido que el trabajo era doble, teniendo que estar siempre pendiente de él, de lo mío y de todo. Pero se despidió él mismo presentandose con tremenda
borrachera el primer día que tuvo ocasión, y dinero que no era para alcoholes.
Eso sí, antes de irse sembró la semilla de la discordia al decirme que la familia con la que compartía la casa por un lado me hacía el pan y por otro me criticaban diciendo que los perros lo llenaban todo de pelos, incluso el depósito del agua, que se negaban a llenar, alegando que no encontraban camión que quisiera llevarla por un camino tan malo. La verdad es que se iban a ir, y se fueron, un mes casi a Khemisset y Fez, y poco les importaba como quedase el pozo. Me dejaron los pollos a mi cargo sin un solo bidón de agua que darles. Cuando regresaron yo había cogido tiña, las mismas manchas que veía en la espalda de los dos niños desde hacía tiempo y que tuvo su origen en los conejos que vivían con los pollos.
Los cien años que tenía la casa se notaban por doquier, pero en el tejado ya era tremendo. Parecía la selva de la cantidad de plantas que en él crecían y cuyas raíces, obviamente, habían ido extendiéndose, provocando goteras que hacían imposible la vida cuando llovía.
El siguiente paso era buscar otra, cosa nada fácil cuando se tienen perros, se vive en Marruecos y no hay presupuesto. Los 25 euros que pagaba ahí se convirtieron en 30 en la siguiente, que no era casa sino un local que fué arrendado para cafetín y ahora se me alquilaba a condición de pagar por adelantado tres meses. La paga extra de julio me proporcionó el dinero y Carlos, una vez mas, me hizo los portes.
Me encontré con un precioso paisaje. En lo alto de un valle que se abría hasta el río y el Krush, la casa dominaba una vista tranquila y naif, de prados, casitas, borregos,cielo estrellado y grandiosos amaneceres. La pega fué la mezquita que estaba al lado y sus visitantes, totalmente antiperros. Y lo que es peor: los niños. Mas malos aún que los de Beni Enzar, me hicieron la vida imposible, tirando piedras a los perros, ínsultando y haciéndose mas que odiar, ya tan pequeños.
Esta vez no deshice las maletas del todo: no desembalé los libros ni los juguetes. El local no tenía WC, ni agua. Se me permitió utilizar el aseo de la mezquita y su grifo. Dado que era verano, el gasto de agua era grande: vuelta a acarrear bidones. Y qué pasó? que otra vez fué el agua la que me obligó a mudarme. Llegó el mes de setiembre y a final de mes, llovió. Afuera escampó pero en casa seguía lloviendo! Pedí una escalera y asomé a la azotea: era una piscina! Ni siquiera me podía plantear limpiar el agua porque el suelo estaba lleno de montículos de piedras pequeñas, pendientes de obra o yo que sé. Entre aquello, los mierda de niños, los perros que no podían apenas salir, la muerte del Duende, mi favorito después de Thain, y que ya estaba harta del lugar, decidí que me iba y en 48h astaba instalada en Zoco Had.
Porque recordé que había allí una casita que alquilaban en 70 euros, que me había gustado. Solo de malo tenía eso, que eran 70 euros y mucho para mí. Pero eso fué antes de que mi padre decidiera enviarme 100 euros cada mes para vivienda. Ahora que contaba con ellos, podía pagar por pasar el invierno a cubierto no solo yo sino la moto y los perros. Y me animó acercarme unos cuantos km a Melilla, de donde disto ahora apenas 7km. Y saber que allí vivía tambien otra española, Encarna, que me había parecido tranquila y agradable. De nuevo mi hermano, por cuanto su Land Rover, fué requerido y a dia 1 de Noviembre de 2010 mis pertenencias hacían
hogar en la que he decidido sea mi casa.
Poco a poco me he ido acostumbrando a convivir con gente y a relacionarme otra vez en lugar de buscar el aislamiento como venía haciendo.
Lo primero que noté fué la cantidad de sueño que tenía atrasado por vigilar la moto cada noche.
Desde que Karim, mi casero, me ofreció guardarla en su garage y acepté de buen grado, duermo tranquila y relajada.
Pasaron dos meses, llegó Navidad y Papá Noël me hizo un regalo: trabajar 6 meses en los Planes de Empleo. Y no recogiendo basura sino como auxiliar administrativo y no al aire libre y frío sino en un despacho calentito de CCOO.
Mi regalo de Reyes ha sido calor, en forma de radiador eléctrico por un lado y en forma de trato por parte de mi responsable en el trabajo por otro.
En resumen, considero que he ido pasito a pasito caminando por un camino que he escogido tras
tomar graves decisiones, y he llegado al final que me propuse: tener la moto, ser independiente anímicamente, conservar mis perros conmigo, dejar el revuelto.
A partir de aquí, empieza otra historia.

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