La lluvia que se anunció semanas antes, llegó con la caída de la tarde, de sopetón, a calderos.
En un momento los pelillos lanosos de los perros se reunieron sobre el sumidero, que tenía puesto el colador, luego se taponó rapidamente dando lugar a una piscina que pronto empezaría a desaguar por el pasillo, hacia otro sumidero que desemboca en la misma entrada de la casa.
Quité, pues, el filtro y puse una piedra para evitar entradas de basuras. Las aguas giraron y se retorcieron, bajando en tropel y vacióse el patio, quedando limpio.
Limpié el cuarto de los perros, coloqué sus mantas y di por terminada mi jornada laboral.
Calenté los garbanzos que dejé ayer y los comí pese a que estaban salados de tanto evaporar el agua. Tengo la nevera vacía, quedan dos yogures. Oh!, me traen entretenimiento. Luego sigo.
martes, 25 de enero de 2011
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